Nuestros Datos ~MUNDO MÁGICO~URL'S{AMBIENTACIÓN}- Spoiler:
El sol resplandecía en lo alto del despejado cielo en una tranquila tarde de enero, el viento frío corría con libertad por las calles de Hogsmeade, daba vuelta en King Cross y avanzaba hasta perderse en la lejanía de los prados con hierbas altas y salvajes, ubicadas a varios kilómetros, por las vías del humeante tren de las cuatro. Se podía respirar la calma en el mundo mágico, una paz y una tranquilidad inquietantes, que hacía muchísimos años se había dado por perdida, pero que ahora, a doce años de la fría guerra contra los Lovecraft, parecía ser el pan de cada día.
-Cómo pasa el tiempo- Murmuró una bruja rubia, de clara tez y ojos llenos de melancolía; caminaba por la plataforma de la estación de trenes en compañía de un hombre de más o menos su misma edad. Se detuvo un momento y suspiró, con la mirada perdida en derredor.
-Así son las cosas Lux- Respondió su acompañante- El tiempo no perdona a nada ni a nadie, y Londres no podía ser la excepción.
Ambos se sentían extraños, como si estuvieren en territorio enemigo; se habían marchado hacía muchos años, cuando Richard Lovecraft y Baion Greyback, seguidos de varios mortífagos como Mel Lestrange, Belu Malfoy, Logan Greyback, Mery Romac, entre otros; habían puesto en peligro la estabilidad del mundo mágico, habían iniciado una guerra de terror contra el bienestar común, inspirados en la pureza de la sangre y en los pasos del gran Lord; los días eran muy difíciles por esa época; de un momento a otro, la comunidad mágica Londiense pensó firmemente que los mortífagos tenían las de ganar; capturaron a Albus Dumbledore y lo metieron en prisión, por un crimen infundado de traición; los miembros de la Orden del Fénix (Entre ellos Lux V’Delot, Samantha Ryddle, Eloide Lupin y Jean Lupin Tonks) se convirtieron en fugitivos que en la oscuridad intentaron armarse de un nuevo ejército para restablecer la paz robada; aunque claro, las cosas no fueron sencillas para nadie, muchos estudiantes se vieron obligados a crecer entre los escombros de una vida arrebatada por el mal, trastocados por la situación adulta que les tocaba experimentar; se les había arrebatado la inocencia, la pureza, para enlistarlos también en una batalla compleja que, en absoluto, no les correspondía.
Lux suspiró ante los recuerdos abrumadores y traumáticos de un pasado que prefería no recordar, y miró a su acompañante, con un gesto de súplica. Él comprendió la señal y juntos iniciaron el andar entre la multitud de gente que llegaba o se marchaba en tren.
-¿Iremos primero al cementerio?- Murmuró la rubia, sin quitar la vista del camino que recorría; Albus Dumbledore y Samantha Ryddle estaban muertos, y ella no podía dejar de sentirse culpable, pues había preferido hacerse a un lado y dejarlos "ser felices" decidió seguir con su vida en un sitio alejado de ellos, la guerra entonces ya era inminente; Albus había escapado de prisión y ella, haciendo funciones de su enfermera, había cometido la estupidez de enamorarse de un sueño, de un imposible; pero sabía que el corazón de Dumbledore pertenecía a su joven esposa y creía que de esa forma, alejándose sin dar explicaciones, todo sería mejor; y cuando se enteró de sus muertes, a tantos años de distancia de ese día; se sintió mal consigo misma, y no podía dejar de darle vueltas a la idea de que tal vez, de haber estado ella ahí, otro desenlace hubiere tenido esa historia.
-Si, sabes bien que es una de las paradas de rigor - El hombre que le acompañaba, Sam Witwicky, tenía también varios muertos en Londres, aunque uno de los más importantes no estaba precisamente enterrado bajo tierra, sino en el olvido, en un sucio local del callejón Knockturn.
La guerra había sido dura para todos, se habían tomado decisiones fuertes, y el drama de la vida personal de cada uno de los implicados, había sido un influyente factor para el desenlace que tuvo. Richard y Baion perdieron fuerza cuando Logan dejó de interesarse en la fidelidad exclusiva hacia los mortífagos, y comenzó a prestar su ayuda a la orden del fénix, siempre por debajo del agua; caso similar al de Mel Lestrange, quien empezó a ayudar a un grupo específico de fugitivos: Su familia.
El desorden interno entre el grupo liderado por el dúo Greyback-Lovecraft desembocó en la muerte de Richard en un duelo contra Samuel Fudge, ex ministro de magia; y con ello, se aceleró el acenso de la Orden del Fénix sobre las batallas; meses antes de estos sucesos, Sam y Lux tomaron la decisión de marcharse para siempre de Londres, sin pensar en nada más que su propia salúd mental; aunque muchos pudieron tal vez pensar en ellos como un par de cobarde que huyeron del destino que les había tocado enfrentar, la verdad era que ambos estaban demasiado dolidos con sus propias historias personales como para dar algo de si en una guerra que había iniciado sin su presencia y que probablemente finalizaría también sin ayuda suya.
Pese a no haber huido juntos, al poco tiempo de su exilio se encontraron y se hicieron cercanos, pues sentían la necesidad de contar con alguien que supiera cómo se sentían, que hubieren abandonado lo mismo que ellos en el pasado; del desenlace triunfal de la Orden del fénix en la guerra contra los Lovecraft y Greyback, no supieron más que rumores, se enteraron de que muchos mortífagos murieron (Como Robbie Marchall y Jhon Dillinger) otros fueron presos en Azkaban, como Belu Malfoy y Logan Greyback, este último más por decisión propia que por otra cosa, pues por sus servicios brindados a la Orden, se le dio el privilegio de salir bajo palabra, pero lo rechazó, caso distinto al de mortífagos como Mel Lestrange, que aceptaron el trato y aunque viven bajo la dura vigilancia de aurores, siguen en libertad. Y otros más, simplemente desaparecieron de la faz de la tierra; como fue el caso de Emily Lovecraft y su madre Alice Stone; o como Mery Romac, de los cuales no se tuvo más datos que su nombre.
-Es raro- Volvió a hablar Lux, luego de un buen rato en silencio.
-¿Qué cosa?- Respondió Sam, con suma curiosidad. Aunque era obvio que ambos, tal como cada vez que volvían a Londres a visitar a sus propios fantasmas, habían ubicado sus mentes en muchos años en el pasado, y que, instintivamente, se ponían a hacer el recuento de los daños, de las noticias, de las altas y las bajas y de lo que sabían de cada uno de los pintorescos personajes que representaron las escenas de esa época, y del futuro de aquellos que entonces no eran más que unos chiquillos que apenas podían andar por si solos y que, para esas fechas, debían ser ya adolescentes en toda la flor de su juventud.
-Que la paz se respire con tanta facilidad ahora- Respondió la rubia, siguiendo su propio hilo de ideas- A más de diez años de la guerra, es como si los recuerdos de esa época se hubieran borrado con el tiempo, como la pintura de una casa en desuso por muchos años.
-No te engañes, Lux- Pidió él- Tal vez para los más jóvenes, aquellos que nunca tuvieron verdadera conciencia de lo ocurrido, sea así; pero para nosotros, los que sufrimos en carne propia las desgracias de la guerra, es todo distinto. No Lux, no, las marcas del pasado, de este pasado, jamás se borrarán de nuestras mentes, de nuestra piel... Y créeme cuando te digo que no me fío de la paz, pese a que, como tu dijiste, más de una década ha pasado desde la caída de los mortífagos y el retorno de la luz sobre la oscuridad, no me fío; y este silencio tan potente del mal por tanto tiempo, nada bueno va a traer, de ello estoy convencido- Giró la vista hacia un lado, sin dejar de andar- Es por eso que no me decido a volver de lleno a Londres, es por ello que, al igual que tú, vengo cada cierto tiempo a recordar, porque sé que tarde o temprano he de irme de nuevo, pues la paz no será eterna, el inquietante miedo sigue aquí, se palpa en el ambiente, se siente al caminar, y solo puedo esperar que cuando vuelvan al acecho, la Orden siga alerta y no dormida en sus laureles, pues fue justamente ese el error la última vez.
Lux no respondió, siguió andando en silencio en dirección al cementerio, con la mirada perdida en el horizonte, pero sentía que Sam tenía razón en casi todo lo que había dicho, la paz era siempre momentánea.
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