Sala de Estar.

((abueeeeeenooo:|))

Su sala de estar es lo primero que aparece en su mente, antes de que su cuerpo siga a esta y se materialice de la nada allí, detrás de Chloé. Sonríe, mirando a su alrededor. Al parecer, nadie en la casa. Su hermano y su novio jamás pasaban el día entero encerrados allí. Suspira entre dientes, antes de volverse a la chica.

- ¿Qué quieres comer?

- Para empezar, ¿Qué estás dispuesta a preparar? - pregunta, conocedora de sus caprichos. Bien sabía que si por ella fuese comería caviar y sushi todos los días. Y así había terminado claro...

Observa lentamente la sala que la rodea. Estaba segura de que había algún sucio truco que mantenía todo en su perfecto orden todo el tiempo, truco que ella no conocía y por lo tanto nunca ordenaba, le parecía una molestia señalara con su varita cada cosa qe quiere mover, siempre y cuando pueda seguir conviviendo con ello. Si, era una haragana, y lo tenía bien admitido.

Rueda los ojos al escuchar su inútil respuesta, encogiéndose de hombros. - Estoy dispuesta a hacer lo que se te antoje, Chloé - musita, sonriéndole pasible. Y es que sabe lo que debe hacer, pero no se lo dirá. Jamás revela sus trucos privados a nadie, ni siquiera a su pareja.

Al oír la respuesta de Beverley, una idea fugaz pasa por su mente.
- Tú lo dijiste... - murmura. Camina por la sala en linea recta, de ida y vuelta, y comienza a contar con los dedos: -. Quiero una copa de camarones con pasta de centolla, todo fresco, claro está. Luego, de plato principal, agnolottis con salsa parissiene y pinchos de carne y tocino. De postre me encantaría una porción de tiramisú, el queso batido a mano es mucho más sabroso. Y para beber, unos daikiris de frutos rojos y maracuyá. ¿Anotaste todo? - finaliza, deteniendose frente a su prima y señalandola con un imperativo dedo indice. Una sonrisa se le escapa entre los labios.

Asiente a todo lo que le dice, sin siquiera intentar memorizarlo, no lo necesita. - No creas que me la estás haciendo dificil, querida - murmura, mirándola distraídamente. - Tú simplemente siéntante cómodamente aquí, como si estuvieras en tu casa fantasma - añade, y deja escapar una pequeña risita ante su propia ocurrencia, meneando suavemente la cabeza. - Ahora vuelvo - determina, dándole la espalda, caminando fuera de allí, hacia la cocina que realmente no usará.

- Ah, y otra cosa, me encanta oir el chisporroteo de las cacerolas - añade, riendo. Lo suyo era una relación extraña, pero no le causaba más que gracia. Le hacia sentir... como si fuese una hermana. Si, sentía que era como su hermana. Y realmente odiaba esa idea. No quería más que sacarla de su mente. Hermanos, lo único que le faltaba. Ella siempre se había bastado sola y eso no cambiaría.

Camina hacia las escaleras. Tenía la horrible manía de sentarse en ellas, sobre el tercer o cuarto escalon. Muchas veces le resultaba más cómodo que muchos sofás. En parte, porque realmente se sentía en casa cuando se sentaba en la escalera, de ninguna manera se sentaría en un sofá estando tranquila y comoda en su casa, donde nadie se molestara por aquello. Había vivido sola un buen tiempo, causa de muchas de sus peores manías y caprichos.

- Cállate preciosa - musita antes de abandonar la habitación, y penetrar las cocinas. no usará nada de lo que hay allí. Tan sólo platos para servirle en semejante jodido antojo de la cría. Saca su varita, intentando recordar con precisión lo que su madre la ha enseñado cuando niña. Aquella madre que no ve desde hace más de seis años.

Sabía muy bien que, aunque lo ocultara, a Beverley no le gustaba mucho la lista de pedidos que había hecho. Ahora que lo pensaba, se le ocurrían cosas mejores, como siempre sucedía. Exhala un hondo suspiro.
- No te olvides del espresso. Ristretto, si no te molesta - grita a Beverley, lanzando una risita. Amaba el café italiano, otro capricho a la lista.

Ignora la voz que escucha desde la sala de estar de su casa. Frunce el ceño en señal de concentración, apuntando a cada uno de los platos que ha preparado sobre la mesada de la cocina. Sin pronunciar siquiera una palabra en voz alta, consigue que estos se colmen de lo que Chloé a pedido. No con exactitud, y tal vez no sean perfectamente exquisitos, pero no puede quejarse.

Un delicioso aroma a comida recién hecha le llega, proveniente de la cocina. Se sacude un poco el desarmado flequillo, como hacía siempre que no tenía nada mejor que hacer, y prepara la mesa con un sacudón de su varita, sin decirle nada a su prima. Sea lo que fuese que estuviese haciendo allí adentro, no quería distraerla.

Suspira entre dientes, mientras se acomoda el cabello rebelde hacia atrás, despeinándose distraídamente. Es algo que no puede evitar hacer. Guarda la varita en el bolsillo de adentro de su pequeña chaqueta, mientras pone los brazos en jarra, mirando lo que acaba de hacer.

Sujetando aún su varita en la mano izquierda, se levanta y camina con paso enérgico hacia la gran mesa, esa que seguramente era para alguna visita especial. No tenía ninguna intención de comer en la cocina. Acomoda las copas y cubiertos perfectamente con un movimiento apenas perceptible.

Suspira, volviendo a sacar su varita. La dirige a los platos, y los hace flotar y dirigirse hacia la mesa del living, en la cual ya ha escuchado movimiento. Camina detrás de ellos, rumbo a Chloé.

Ve a Beveley llegar detrás de la comida y sonríe macabramente. Estaba convencida de que ella no había preparado aquello, al menos no de manera muggle y convencional, asi como ella quería verla. De todos modos se sienta a la mesa, su estómago resongaba como pocas veces lo había hecho. Sacude las piernas con ansiedad. El hambre todo lo podía con ella. Era un ser humano, después de todo. Sonríe ante aquel pensamiento.

Los platos se acomodan con rapidez y prolijidad sobre la mesa, delante de la morena. Le guiña un ojo desde su lugar, mientras va a situarse al lugar vacío.

- ñam ñam - murmura, tomando los cubiertos que correspondian a la entrada. Había aprendido aquello de una manera sencillla: de afuera hacia adentro. Toma los cubiertos más alejados del plato para saborear la entrada.
- A mi no me mientas, tú no lo hiciste - dice a Beverley, abarcando en un gesto toda la comida que había preparado en pocos minutos.