Una noche con los muertos {Libre}

Era de noche, y el vagueaba por los pasillos del colegio. No le preocupaba que lo descubrieran, pues sabía que no le haría nada y, en caso de que le bajasen puntos, no serían bastantes y los podría recuperar después y el doble. Hacía ya bastante que los mortífagos habían tomado Hogwarts, lo que significó una gran satisfacción para él y su familia, en realidad. A causa de eso, su padre los había convertido en vampiros a él y a su hermana, con la ayuda de un amigo. Su padre era humano y su madre también, pero a ellos les preocupaba más que su generación dejase la huella de la familia para siempre, y James no se había negado, para nada.

No supo como, pero llegó al cementerio. Había estado tan sumido en sus pensamientos, que no había visto hacia dondelo llevaban sus pies. Observó con su cara inexpresiva el montón de lápidas que estaban allí, de seguro muchos magos importantes, obviamente todos del lado del bien.

Cualquiera que estuviese allí le hubiese dado miedo siquiera pisar el suelo santo, por así decirlo, pero él no era cualquiera, él era un Sarkozy y un Slytherin, y no le temía a nada, o al menos no que lo admitiese. Todos tenían un miedo, oculto pero lo tenían, y él no era la excepción, solo que aún nolo había encontrado, ni esperaba hacerlo. Los miedos te volvían débil, indefenso y una presa fácil para el enemigo, y eso es lo que menos se podía permitir ser.

Paseó sus ojos azules por todo el cementerio, observando la poca neblina que estaba asentada en el suelo del mismo, dándole un toque lújubre al lugar. Con esa pose relajada que tanto lo caracterizaba, caminó por entre las lápidas, observando los nombres sin mucha atención, escuchando como el cesped crujía bajo sus pies.

Varios nombres sin mucho significado para él veía en las lápidas, todos con las típicas frases: 'Fue un gran mago/bruja', 'Te amaremos y extrañaremos siempre', 'Por siempre en nuestros corazones' y demás frases hipócritas que la gente solía colocar en las lápidas. Menos mal que el no moriría, o al menos no en un futuro tan cercano como el de los humanos, siempre preocupándose por no matarse, lo cual era demasiado fácil para ellos. Habían tantas formas de matarlos que eran vistos como lo más débiles en lo que a mortalidad se refería. Y en dado caso de que él muriese, no lo enterrarían, de seguro lo quemarían y después sus cenizas se las llevaría el viento, mejor para él.

Escuchó unos débiles pasos cerca de sí, por lo que enseguida se puso alerta. Paseó con rapidez los ojos, divisando una silueta a los lejos. Entrecerró los ojos y, como un gato, se movió sigiloso y en silencio, cuidando de no hacer ruido para al menos tener el factor sorpresa de su lado. No tardó en estar de frente a la espalda de la chica, a juzgar por su forma; como una fiera que ataca a su presa, se lanzó a ella y tomó sus muñecas con sus blancas manos, rodeándola por la espalda.

- Tranquila... Baja la varita - ordenó, sin reconocerla aún, agarrándola fuerte para que no se le escapase, pero lo suficientemente delicado como para no romperle los huesos.

Sus manos en torno a las muñecas de ella estaban preparadas para apretar más su agarre en caso de que ella forcejease con él para soltarse, podría cortarle la circulación con la presión de sus manos y él lo sabía, pero no le importaba, a James no le importaban los demás, solo él más nadie. Era bastante yoísta, y se podía decir que también narcisista pero así lo habían criado, sin una piz de humildad. Según sus padres eso era para débiles, y él no debía ser un débil, ni mental ni físicamente, aunque esta última ya estaba realizada.

Dada su condición de vampiro era un poco más resistente y fuerte que los humanos y no moría tan fácilmente como ellos, además de que no sentía dolor alguno, ni nada. Había dejado de ser humano, desde hacía unos dos años. James debería estar en esos momentos fuera de Hogwarts, pero no lo estaba, era muy joven, tendría diecisiete eternamente.

Enarcó una ceja cuando reconció a la chica, sobre todo ante su orden. Nadie le ordenaba nada a él, solo su señor, y ella no lo era. - Tú no me das órdenes - dijo, volteándola con un ágil movimiento de sus manos, dejándola frente a sí, bastante cerca como para rozar sus narices sin que se moviese ni un poco. - ¿Qué haces por estos lados, sola, a esta hora, tan irresistible? - una sonrisa traviesa y pícara apareció en su cara, mientras elevaba una mano y acariciaba su mejilla, reteniéndola fuertemente con un solo brazo.

{Sorry, James es así de pervertido y lanzado xD}