Estás dónde no debes

Después de beber, miré aquel frasco en mi mano por unos cuantos minutos antes de apretarlo con fuerza y llevarlo a mi pecho, no estaba segura de si funcionaría, o al menos lo estaba hasta la parte en que estuviera frente de él, pues podía tomar la forma de Mel Lestrange, más nunca su aroma particular, porque vaya, a un licántropo de la talla de Logan Greyback no se le podía engañar de ninguna forma, era simplemente estúpido creer que él no lo iba notar, el engaño.

Miré en dirección a la entrada de la prisión, sabía que ella tenía el acceso a la celda de alta de seguridad, bastaba con la presencia suya para que se le abriera el paso. Caminé hasta la entrada dónde se encontraban dos magos, sobre de ellos flotaban dementores en una cantidad que me fue difícil contar. En torno de los magos sus patronus como guardaespaldas, ser encargados del acceso no les daba seguridad ante los entes sin almas a sus cabezas.

El acceso fue tan simple como lo había pensado, un mago me había acompañado hasta el lugar, quitarme la varita había sido cosa no hecha, la magia en las celdas era tanta como para que alguien pudiese liberarle de cualquier forma, él estaba confinado sin opción, o al menos hasta ahora eso había investigado, pero yo no quitaba el dedo del renglón con la idea de que el debía estar fuera. Mis pasos se escucharon en el asqueroso suelo del lugar anunciando mi presencia al inquilino de aquella celda, un lugar de no más de 2X2 dónde el cuerpo delgado pero musculoso del licántropo se distinguía entre las sombras.

Hoy debía admitir que mi cuerpo no estaba en muy buenas condiciones para poder ejercitar mi cuerpo como lo hacía regularmente, el entrenamiento de ayer había sido cansado, a pesar de solos estar en una celda de apenas 2x2. Me había comido la porquería de carne cruda que me daban y me había dedicado a asear mi cuerpo con lentitud, tenía solo un balde de agua para poder hacer eso y cubrir todo mi cuerpo era casi imposible. A pesar de muchas cosas, era tratado casi como otros, excluyendo el tema de los dementores, los cuales solo se paseaban sin robar nada de mí. El silencio era ocasional, había gritos y llanto casi a todas horas, por lo que los ligeros pasos de alguien llamo mi atención, pero sin llegar a hacer que dejara mis actividades de limpieza.

Su aroma era otro tema, era conocido, claro, pero por la mezcla de aromas que llevaba. Alce el rostro para ver la tenue silueta y el poco iluminado rostro de Mel Lestrange, pero claramente no lo era – ¿Y bien? ¿Quien se ha tomado las molestias de suplantar a Lestrange? – Pregunte con los ojos de cazador fijos en aquellos que sin duda, no mostraban ninguna seguridad, la cual Mel me demostraría sin dudarlo. Respire hondo, analizando su aroma a profundidad – Déjame adivinar – Le pedí antes de que dijera ni pio – Un aroma fresco, familiar…no tienes más de 17 años, el aroma de los campos de Hogwarts es inconfundible, pero no esta tan impregnado como decir que eres un profesor – Volví a aspirar el aire que se colaba entre las rejas – Sin duda tienes esa pizca de Lestrange, pero nada comparable…sin embargo ese aroma tan sutilmente desagradable no puede ser de nadie más que de un Krum…No soy una persona por la que Alex gastaría su tiempo, así que podría atreverme a decir que eres su…¿hija? – Alce una ceja, esperando las palabras de la impostora.

Había intentado que mis pasos fueran seguros, pero tan pronto había vislumbrado aquella silueta mi seguridad se había ido por el caño, estaba ya frente al hombre del que había pasado noches enteras leyendo, él era una leyenda viviente, uno de los poderosos en aquella guerra que no se cansaban de repetirnos en el colegio, aquella que había acabado con el gran Albus Dumbledore y toda su panda de amantes de él mismo, y no es que estuviese yo metida en su absurda pelea de pureza de sangre y demás, sino que me parecía un gobierno blando.

El guardia que me había acompañado ya estaba demasiado lejos cuando escuché aquella ronca voz, mi cuerpo se tensó y terminé por salir a la tenue luz que se colaba por una ventanilla enrejada al exterior, bajo el ojo común era yo la misma Lestrange, pero no para el olfato y vista del licántropo.

-Yo...- Mi voz se silenció tan pronto él decidió el adivinar mi verdadera naturaleza, la cual quedo lentamente descubierta a cada respiración onda -Soy alumna de Hogwarts, hija de Alexander Krum, si- dije frunciendo un poco el ceño, no me agradaba ni una pizca que todo mundo me reconociera por ello, pocas veces en el colegio era solo Violet, mi nombre siempre iba acompañado del nombre de mi padre, y yo me merecía un lugar, mi propio lugar.

-Mi nombre es Violet- esta vez mi tono de voz fue distinto, iba nuevamente cargado de la seguridad que siempre poseía, de esa tranquilidad como si todo estuviese bajo control, era una chiquilla claro estaba, demasiado insolente como para llegar hasta donde estaba parada, tenía capacidades bastantes, pero dispersas debido a mi juventud e inexperiencia.

Así que no estaba equivocado, tenía a la mismísima hija del estúpido de Krum frente a mí, separada solo por la reja, pero con la imagen de Lestrange. Me daba curiosidad de saber cómo era físicamente, no lo negaría – Es lo que acabo de decir – Murmure un poco exasperado, un simple “si” hubiera sido suficiente, no quería una presentación formal con todo su curriculum tirado a mis pies. Me puse de pie, aun con el dolor en los músculos, pero era lo suficientemente fuerte y fornido como para mostrar dolor – Violeta…un nombre un tanto infantil – Sonreí de lado, con diversión – Al final de cuentas, ¿qué quieres niña? Y será mejor que hables rápido, a juzgar por el tiempo que hiciste a llegar aquí, no puede quedarte mucho tiempo siendo Mel Lestrange – Deje caer el viejo trapo en el balde de agua, no lucia del todo limpio, pero algo era algo.

- ¿Vienes a que te cuente como humillaba a tu padre…o quieres saber cómo fue la muerte de cada uno de los Lovecraft? – Mis palabras parecían cuchillos cuando quería y en esta ocasión no tenía razones para moderarme.

Off: Iba a decir una vulgaridad en respecto a tu ava pero me abstengo jajá.

No me inmuté ante su exasperación, demostrando el carácter que me distinguía, era bastante difícil que se me intimidase, aunque tenía un solemne respeto ante él, tal como lo tenía con Mel Lestrange, no eran personajes cualquiera -Creí que querías saber el nombre de quién tomo la apariencia de tu amiga- amiga tal vez era demasiado, un tanto pasado.

-Es solo un nombre, no dice nada de nada, así como un apellido conocido no te da triunfo en nada, los méritos son de uno mismo, no del nombre o apellido- dije mientras tomaba asiento en una silla desgastada frente a la celda, tal vez la ocupada por algún guardián, pues no creía que recibiera demasiadas visitas, tal vez también era ocupada por algún verdugo, seguramente no se le daba un trato de cinco estrellas ahí.

Mi mirada se pasó por todo su cuerpo de manera distraída, sin importar si lo notaba o no, lucía sucio y demacrado, pero seguía siendo de un aspecto atractivo, salvaje y asesino, y por encima de todo, mucho más alto de lo que pensaba, escasamente en mi apariencia normal le llegaría apenas y al hombro. -En esta trasformación me queda poco tiempo, pero no vengo con recursos limitados- expresé mientras lentamente comenzaba a perder ese tono oscuro en los ojos por un azul muy profundo, la trasformación perdía fuerza, no estaría a más de un par de minutos de ser la pequeña y curvilínea rubia.

Mis ojos brillaron con cierta maldad y odio, como si sus palabras alimentasen un gran monstruo dentro de mi, hambriento de venganza, de rencor -Los Lovecraft...- sonreí de lado -¿A quienes mataste?- pregunté extasiada con ello, con el placer de llenarme los idos con esos cuentos.

Bufe con aberración – El nombre, no el ridículo discurso de “soy hija de Alexander Krum” – Me burle con la voz cansada – Vergüenza te debería de dar – Murmure fastidiado, la cobardía de ese hombre era para dar asco, además que el aire insolente de la chiquilla me empezaba a exasperar de verdad – Para mí es algo infantil, porque tú para mí no significas nada, contrario a lo que mi nombre hace en ti…de lo contrario no estarías aquí – Altanero. Me gustaba ser así, aunque ahora tenía pocas oportunidades de serlo. Me daba curiosidad saber el porqué una chiquilla, hija de un conocido, se tomaba las molestia de ir a verme, algo interesante debieron de haberle contado de mi.

Tome asiento en mi viejo catre, haciéndolo rechinar con mi peso – Curioso que te des las libertades de sentarte, no recuerdo haberte invitado…como a los otros siete guardianes, una distancia tan corta nunca fue un problema para un asesino como yo – Comente sin darle más importancia, ella imaginaria el destino de cada uno de ellos y el porqué, actualmente nadie me custodiaba – Adelante, permanece como quieras, salir de aquí no es una opción para mí – Me encogí de hombros, aburrido.

Olía la rabia que emanaba de su cuerpo, aunque sus palabras me dijeron que no era cosa de su padre – Puedo decirte a quien no mate…Emily tuvo la fortuna de no caer en mis garras…una suerte, era la única a quien le debía mi lealtad…pero matar a Richard fue tan satisfactorio, como matar a Dumbledore…o a esa chica…una Ryddle – Me encogí de hombros, a estas alturas los remordimientos ya los había dejado atrás.

Le miraba fijamente, casi sin parpadear, frente a mi estaba ese hombre que tanto admiraba, ese mismo que me había regalado sin saber una venganza silenciosa. Sonreí de medio lado y simplemente alcé los hombros, no... No me daba vergüenza mi padre, e igual... No sabía demasiado de él, era en cierta manera como aún vivir con un extraño, lo importante era que al fin tenía un hogar en el que no se me trataba peor que a elfo domestico, así que era bastante para mi.

-Cuando uno no tiene que perder, realmente da lo mismo si se muere o no- respondí de manera sombría, tal vez eso definía mi personalidad, no era alguien que se fijase mucho o no en los peligros, el sería el segundo mortífago en intentar echarme la mano encima.-Nunca he comprendido el por qué tomaste la decisión... De cumplir una condena- miré el lugar, era simplemente deplorable, era extraño que aún con ello, con las ropas gastadas y el cuerpo lacerado se le seguía viendo imponente, incluso tras los barrotes hechizados.

Cuando mencionó a Richard, un brillo en mis ojos así como una sonrisa le dieron un tono distinto a mi rostro, como si de pronto aquella expresión infantil desapareciera del todo, en mi interior una emoción de placer me embargaba, no podía dejar de imaginar el rostro de Lovecraft suplicante, porque en realidad era un jodido cobarde -¿Te rogó? soné demasiado excitada -¿Que no lo mataras?- con estas últimas palabras recuperé la compostura.

Estaba jugando con fuego y lo sabía bien, sabía que a él nada le costaría asesinarme en ese momento si así lo deseaba, pero, había algo, algo lo detenía, había una razón por la cual seguía ahí sentada e intacta frente al asesino de las potencias en la ya antigua guerra de la que sólo quedaban cuentos y rumores., tal vez sólo se entretenía con un rostro diferente a los de los guardias.

-No lo hiciste- me puse de pie para pasearme por el lugar, observando el exterior en una rejilla vieja, el como las olas golpeaban salvajes contra las rocas a los pies de la imponente construcción que era Azkaban. -Le tienes demasiado odio a mi padre- me volví hacía él desde mi lugar, instintivamente me había alejado bastante, simple naturaleza de presa-depredador. -Tan diferente a Emma- a pesar de haber sido una intrusa en su vida, Emma siempre había sido buena conmigo, habíamos sido amigas, pero eso no había podido con toda la mierda que tanto mi padre como ella ya cargaban.

No pude ocultar la decepción ante sus palabras, el no saber nada del fin de Richard simplemente me era decepcionante -Eran mi familia- mi sonrisa estaba cargada entonces de dolor a la vez que asco -Sé lo suficiente, no están vivos y seguro tuvieron lo que merecían- respondí fría -Habría deseado Emily hubiese terminado con la misma suerte- sí, sobre todo ella, la princesa Lovecraft.